Edgar Pape
En estos días se informó de los resultados de dos encuestas que muestran las tendencias regresivas de nuestro desarrollo. Por un lado, la Cámara de Comercio, informa que el 96 por ciento de sus miembros declararon estar en contra de la tributación. Por el otro, la encuesta sobre bienestar y felicidad realizada en el marco del último informe de desarrollo humano del PNUD, anuncia que en medio de la pobreza, los guatemaltecos somos felices en un 92 por ciento.
¡Tremenda paradoja para ver hacia adelante! Mientras que los gerentes y propietarios de comercios del país promulgan el espíritu de NO tributación, el guatemalteco promedio se declara feliz de su actual situación de empleo, salud y nivel de vida Mientras que unos rehúyen la tributación para financiar las crecientes necesidades públicas, resulta que Juan Pueblo vive satisfecho con lo que tiene.
El problema que deriva de esas expresiones es que los primeros expresan un sentimiento ya generalizado y consciente del sector empresarial que ha logrado sistemáticamente desarmar cualquier intento de reforma fiscal. No obstante que la debilidad del Estado es un factor clave del bajo desarrollo del país, NUNCA es el tiempo que las elites marcan al establecimiento de impuestos, consolidando así el Paraíso fiscal ya prohibido por la propia globalidad moderna.
El problema con los segundos es su indiferencia con la realidad nacional. En los enfoques de desarrollo se acepta ser pobre y ser feliz al mismo tiempo, pero no cuando se amenaza la vida. Sólo Robinson Crusoe no teme que lo maten por un celular, porque no hay nadie más en su isla. Una estructura de junkers locales que funciona deliberadamente en contra del financiamiento publico frente a una algarabía de voces que hace fiesta en medio de la inseguridad y la hambruna, no puede más que augurar una sociedad de marcha atrás, tremendamente inviable.
¿Cómo ponernos de acuerdo para salvar la paradoja y ver hacia adelante? Los ingresos fiscales están por colapsar de cara a las crecientes demandas de la gente. La población ha crecido y con ella las desigualdades sociales. El servicio público se ha achicado, y no es precisamente la felicidad la que se observa en los rostros de los enfermos y desnutridos. La Guatemala profunda se ahoga en su propia miseria. El servidor público se siente indefenso por la carencia de recursos para calmar la angustia de los damnificados y no puede siempre acudir a la deuda o a la generosa ayuda de los cooperantes internacionales.
La liberalización con el exterior deprimió aranceles e impuestos de importación. Las exportaciones están exentas y no se pueden gravar los bienes y servicios internos gracias a la secular “voluntad” nacional reiterado en los entrevistados del sector comercial guatemalteco. En el contexto comparativo de tributación por países, no cruzamos la barrera del 10% del PIB mientras el promedio de la OCDE es del 36%.
Hay pocos contribuyentes registrados en IVA e ISR y casi ninguno significativo en Impuesto Sobre Inmuebles, no obstante ser un país de grandes propietarios de tierra, tanto urbana como rural. Negocios muy dinámicos del país como el sector financiero, las telecomunicaciones y productos de informática, contribuyen, en términos relativos, 20 veces menos que en los países desarrollados.
A ello hay que agregar otra cifra, recientemente publicada en Prensa y es que el Estado deja de percibir Q24 mil millones por exenciones fiscales, mas de la mitad del presupuesto nacional dedicados a financiar los mercados privados. Pero las élites reclaman la reducción del gasto social, sin favorecer a que se elimine este cuantioso gasto tributario. Y no es para menos que se quiera revitalizar el paraíso sin impuestos, por cuanto el Congreso de la República se apresta, a fuerza del lobby de algunos empresarios a impulsar leyes que consoliden los incentivos a Maquilas y Zonas Francas, no obstante que la OMC y otros países más liberales que el nuestro, ya han desterrado de su política fiscal estos privilegios, considerados además, poco competitivos y desleales. Sin duda que estas percepciones y conductas en contra de la tributación, pueden hacer que florezcan paraísos de negocios, hasta que la inseguridad y la hambruna los derrumbe por su propio peso.
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